Mi experiencia con los cofrecitos de Norma

Os voy a contar un secreto: soy muy torpe. Siempre lo he sido, y mucho más si es de construir cosas o de trabajos manuales de lo que se trata.
Creo que esta es la única explicación posible que existe para que me cueste tanto, tantísimo, montar los cofrecitos que a veces regala Norma con sus series. Cada vez que empiezo una serie que me interesa y me entero de que trae cofre de regalo, me digo a mí misma: "¡oh, no! ¡Otro cofre no, por favor!". Y que conste que no es porque las cajitas en cuestión no me gusten, que sí me gustan, de hecho, porque están muy bien para guardar los tomos y protegerlos del polvo y la humedad (esos grandes enemigos de los libros). Es porque montar cada cofre de ésos es una tortura para mí. Nunca sé si meter la solapita por detrás o por delante, si doblar esto así o asá. Vale, los cofres para 5-6 tomos los monto más o menos fácilmente porque son más pequeñitos, pero los de 10 volúmenes me cuestan la misma vida. Al final termino por frustrarme y dejarlo, hasta que me relajo un poco y vuelvo a la tarea.

Joder, qué bien les quedan a ellos. A mí nunca me salen igual.

Pero lo peor es cuando, una vez montado, se vuelve a abrir. Hala. A empezar de nuevo. ¿Por qué demonios las solapas no se quedan donde yo les mando? Luego termino por echar mano del pegamento y se acabó.
Lo peor es que temo que alguien descubra algún día que soy incapaz de montar estos cofres a la primera. Por eso me encierro en mi cuarto y trato de realizar la que para mí es una obra de ingeniería en silencio, cosa que es imposible porque el cartón hace mucho ruido al moverlo. Temo el día que venga mi madre a preguntarme y yo tenga que decirle: "nada, mamá, estoy montando una caja". O peor aún, temo el día que mis compañeras de mi piso de estudiantes descubran mi gran secreto. No sé si podría volver a salir a la calle.
Pero odio la frustración y odio guardarme esta culpa para mí. Por eso lo cuento aquí en el blog, para desahogarme y para encontrar a otros como yo. Pero no se lo conteís a nadie, ¿vale?
(Creo que no hace falta decirlo, pero lo de salir a la calle y lo de que me descubran es ironía. No pienso eso de verdad).

 Así me pongo yo ante mi incapacidad para montar los cofres.